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Solamente queda la esperanza

rubenmartin73

Dernière mise à jour : 8 mars 2022



Es tarde


El mal ya está hecho. De la caja de Pandora salieron todas las calamidades. Millones de personas sienten que sus vidas están en peligro o destrozadas. Se tardará mucho tiempo hasta que las heridas cicatricen, si en el mejor de los casos cicatrizan, pero los daños ya son irreparables.

Es tarde porque son ideologías similares a las que hace casi un siglo provocaron la guerra más destructiva jamás conocida, las que sacuden Ucrania.

Es tarde porque las democracias se han fragilizado, han bajado la guardia, y los fanatismos han vuelto a encaramarse al escalón más alto y nos tienen con el alma en vilo.

Aunque la guerra esté lejos, aunque solo sea por unos instantes, seguramente todos lo hemos pensado, nos hemos preguntado, ¿qué pasará si esta guerra va más allá?

Nada ni nadie puede justificar el horror que se vive actualmente al este de Europa y que nos recuerda a la primera mitad del siglo pasado en que se desataron dos conflictos mundiales, pero es tarde ya, y no podemos conformarnos con explicaciones simplistas. Hemos fallado todos.

La Segunda Guerra Mundial terminó con el lanzamiento de la más devastadora bomba nunca anteriormente utilizada, y ocho décadas después se sigue utilizando, aunque sea de manera disuasoria. El desarme no se ha tan siquiera intentado seriamente en un contexto clásico de realismo político.

Es tarde porque la tiranía, encarnada en alguien con el mismo perfil al de muchos otros dictadores, se ha instaurado en Rusia cómodamente, su pueblo no ha sido capaz de derrocarla o se ha sentido identificado con ella, y desde el resto de los países, muchos de ellos de Europa, se la ha financiado hasta hace unos días a través de acuerdos comerciales, negligiendo el riesgo de la dependencia energética de un país que hace ya tiempo tiene un dudoso expediente en cuanto a libertades y derechos humanos.

Es tarde, porque hace ya 8 años que se produjo la incursión en Crimea y en todo este tiempo no se ha solucionado el problema del Donbás.



Un fracaso de las democracias, obligadas ahora a correr riesgos.


En primer lugar, esta invasión es un fracaso de la democracia rusa, porque no olvidemos que el sistema político de Rusia es una democracia que se ha tornado perversa tiranía, en la que miles de personas se arriesgan a penas de 15 años de prisión por manifestar su oposición al régimen o a la guerra.

En segundo lugar, es un fracaso de la democracia ucraniana. Al caer la URSS, Ucrania también adoptó un sistema democrático que en estas tres décadas no ha podido mantener unas relaciones de amistad con Rusia sin tener que depender de ella ni evitar el auge del nacionalismo o el estigma del fraude y la corrupción.

El actual presidente desde 2019, Zelensky, llegó al poder tras un desarrollo histórico de oscilación filia-fobia con Rusia, sostenido en gran parte por una población desencantada, apolítica, y por una popularidad televisiva, entrañable, subliminal. En la primera vuelta obtuvo un 30% de los sufragios, en la segunda un histórico 73%, pero su condición de fuerza emergente y su optimismo le llevaron a cometer errores e imprudencias. Una de ellas, desprovista de armas nucleares, querer formar parte de la OTAN que, aunque sea legítimo, era a todas luces una pretensión osada que ponía en riesgo la estabilidad mundial.

En defensa de la democracia, podrían haberse intentado otros mecanismos en el territorio ucraniano para intentar reconstruir puentes con el vecino, mermados desde 2013. Buscar espacios neutrales para el acuerdo, facilitar a los pequeños, por pequeños que sean, el derecho a la autodeterminación, y eliminar la exaltación del nacionalismo, incluso del nacionalsocialismo institucionalizado en alguna milicia de la guardia nacional. Evitar la recuperación de la memoria del rencor, de lo peor que deparó en su territorio la Segunda Guerra Mundial, la pervivencia y extensión de esos episodios de su memoria histórica y el empleo de las armas.

También estamos ante un fracaso de las democracias de la UE, porque cuando se toman decisiones tarde y en caliente es fácil equivocarse. La duda en las clases políticas provoca incertidumbre, y desde el inicio de la reciente escalada hemos visto a nuestros representantes políticos decir un día una cosa y otro día otra.

Aunque el que ha faltado a la verdad, por supuesto, ha sido Putin, los líderes europeos han tardado en decidir unánimemente debido a intereses particulares.

Además, la UE ha echado leña al fuego al aprobar el suministro de armas al estado ucraniano cuando se les pide paz, y han vetado la libertad de prensa de algunos medios rusos considerados propagandísticos.

La guerra injusta y desproporcionada iniciada por Putin les ha planteado este dilema y se ha decidido correr el riesgo, pero puede que nos estemos dando un tiro en el pie y que se haya considerado como agotada la vía diplomática demasiado pronto, apenas Emmanuel Macron continúa manteniendo conversaciones regularmente con Putin desde el inicio de su campaña.

A escala mundial, el gran frente que se ha establecido para censurar al régimen de Rusia, aunque pueda presentarse sin fisuras, esconde tras de sí ambigüedades y otras rivalidades históricas. Como ejemplo, el cruce de acusaciones entre Turquía y Chipre; esta última acusa a Erdogan de haber vendido armas a Rusia, y Turquía se defiende acusando a los chipriotas de hacer negocios con el régimen de Putin.

Desde el inicio del conflicto se han realizado numerosas reuniones a nivel continental y mundial, se han doblegado los esfuerzos diplomáticos, se han tratado y puesto en cuestión muchos asuntos, sin embargo, aunque la mayoría de los actores condenen la invasión y se hayan producido las previsibles abstenciones de China, India, Emiratos Árabes y Brasil o el apoyo de Venezuela, Cuba y Nicaragua, también entre los países que condenan al régimen de Putin, esta ola de europeísmo, pacifismo y democracia podría ser efímera. Si el conflicto es largo, algunos estados sufrirán el desgaste y podrían acabar mirando por sus propios intereses.

Las reuniones del Consejo de Seguridad de la ONU han mostrado el repudio por el régimen de Putin, pero también han puesto en evidencia el gran número de conflictos y de intereses contrapuestos existentes en el mundo .

Otro riesgo que se corre con la estrategia de boicot a la economía, la cultura o la sociedad rusa es que el sentimiento antirruso engendre xenofobia, por eso creo que algunas decisiones y censuras a Rusia podrían suponer un fracaso de las democracias al entrar en el terreno de la discriminación, más allá del chantaje al estado ruso.

Si no se reconoce un espacio más amplio de la cultura rusa y de los opositores rusos en el exterior y se les empuja hacia el mismo gueto que a los partidarios de Putin, terminarán por volverse contra la civilización occidental que los condena injustamente a ellos también.

Por otra parte, deberíamos preguntarnos, en cuanto la estrategia de occidente, ¿Por qué se hace ahora una “caza al oligarca ruso”, ¿cómo puede ser que ahora salgan a la luz casos de blanqueo de capitales en algunos territorios como en Reino Unido?, y ¿por qué se les permitía anteriormente que camparan a sus anchas? Este es otro de los motivos por los que pienso que la democracia ha fallado ya que la toma de medidas y decisiones se ha hecho de forma reactiva.

Siguiendo con la estrategia de hundir la economía rusa y la ola antirrusa, también se corre el riesgo de confundir los medios con los fines, es decir, que hundir la economía rusa termine por ser el fin, y no el medio para parar la guerra y conseguir la salida de las tropas del territorio, ya que para que la economía rusa se hunda, la condición es que la guerra se perpetue hasta su quiebra.

¿Qué queremos ahora, que se pare la guerra o que el régimen de Putin se debilite? Me consta que hay quien piensa que es importante que la guerra dure como medio de debilitar el régimen de Putin y ponerle contra las cuerdas tras una campaña militar que pudiera tener un fin catastrófico que le rindiera totalmente impopular en su propio territorio debido al empobrecimiento de sus arcas, al declive de su economía y al sentimiento de soledad ante la sociedad internacional.

No obstante, adoptar este posición no deja de ser una frivolidad si consideramos que hablamos de costes humanos incalculables y de utilizar finalmente a Ucrania como escudo de una Europa que tardó mucho en aceptarla en su seno.

Respecto a la soledad de Putin, me parece que le basta con los apoyos que le han quedado por ahora y las abstenciones que no lo enjuician, cada cosa a su debido tiempo.



Un hijo no deseado


¿Qué piensa Putin que va a nacer de una violación de este tipo? Sus objetivos en territorio ucraniano eran en principio “desmilitarizar y desnazificar”, pero la estrategia que se está llevando a cabo es de ocupación, causando numerosas muertes entre civiles, destruyendo y sembrando el terror y el odio, pagando un alto precio en número de muertos de su armada, más de 500 en una sola semana.

Todo apunta a que aspira a derrocar al gobierno y establecer una autoridad que le sea favorable, pero resulta difícil pensar que la encontrará entre los ucranianos que queden, ni siquiera entre los prorrusos. Otra posibilidad es que pretenda colonizar el territorio ucraniano cuando finalmente se imponga, ya que es muy probable que se imponga, pero eso no impediría el rechazo interno y externo de un pueblo sin gloria.

El nuevo estado de Ucrania sería un hijo no deseado, fruto del horror que va a dejar destruido un país ya mermado por la pobreza, pero que aspiraba a desarrollarse, con una identidad propia, en el que el fanatismo era minoritario. Un pueblo que soñaba con un cambio.

En definitiva, yo no pienso que se trate simplemente de un problema de confrontación entre democracia y autoritarismo ni pienso que el paneslavismo sea el motivo por el que Putin está invadiendo Ucrania, sino el choque entre nacionalismos e ideologías fanáticas que las democracias no han eliminado y perduran a nivel mundial. Putin mata y expropia en nombre de Rusia. Por este motivo está pagando un pueblo entero.

Ucranianos y rusos ya se han reunido en Bielorrusia sin ningún tipo de mediador, se quieren matar, ya lo han decidido, se odian más que nunca y de forma indefinida. El camino que le queda a Putin hasta llegar a Polonia, ya que Ucrania no parece que quiera rendirse ni aceptar sus condiciones, es un hueso duro de roer porque el bastión más nacionalista se encuentra tradicionalmente al oeste del país, donde podría desplazarse el gobierno ucranio si cae Kiev, se escapa de las garras del ejército ruso, y no capitula, aunque este solo sea uno de los escenarios probables.

Tras la gran escalada de tensión, la militarización, hasta hace poco la opción menos deseada, se está adoptando con urgencia. Nadie imaginaría que incluso Alemania decidiría militarizarse, algo que no se había hecho desde el fin de la Segunda Guerra Mundial.

Según el ministro de asuntos extranjeros ruso, Sergei Lavrov, “La tercera guerra mundial será nuclear”, mientras tanto Biden, como ya dijo al salir de Afganistán, quiere a sus soldados en casa y no parece estar dispuesto a entrar en el conflicto más que de forma preventiva, para evitar una catástrofe mundial así como lo ha decidido la OTAN.

El monstruo está en Europa.



Un humanitarismo admirable

Ante la avalancha de más de un millón y medio de desplazados en los primeros diez días de la ofensiva, la comunidad internacional se ha sensibilizado, y principalmente Europa ha respondido abriendo sus brazos. Ante tanta barbarie, es la única y no menos importante buena noticia. Por eso es fundamental neutralizar el ascenso del extremo nacionalismo que se vive en Europa en los últimos años para facilitar la asimilación e inserción de los refugiados en los lugares de acogida. Por eso es transcendental para nuestras sociedades educar en los valores humanos y anteponerlos a los nacionales, destruir el fanatismo, evitar las tiranías. Para los ya más de un millón y medio de desplazados por causa del conflicto, y para todos los ucranianos que ven desde lejos con miedo y tristeza la situación en su país, en la caja de Pandora solamente queda la esperanza de rehacer sus vidas y volver a ver su país libre algún día.


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