Hace año y medio escribí un poema al que titulé “Los libros viejos guardan recuerdos escondidos”. Fue al utilizar los libros de mi pequeña y humilde biblioteca, aunque en ella hay alguna joya literaria, que se me ocurrió el poema, ya que cuando echo mano de esos ejemplares antiguos, herencia familiar, o de mis años de mancebo o bachiller, suelo encontrar recuerdos.
El pasado mes de abril, al limpiar la biblioteca a fondo, me topé con unos pocos vestigios de los que les estoy contando. No todos, a pesar de mi insistencia con el plumero, ya que muchos de ellos se esconden entre las páginas y se resisten a salir a la luz, ocultos en el interior de libros, revistas, manuales y diccionarios.
Algunos sí que salieron a pasear un poco por la estancia, a tomar el aire y despertar mi recuerdo, como es el caso de una papeleta electoral del referéndum sobre la constitución europea, que en España se realizó en el año 2005, un calendario del año 1983, ilustrado por Mingote, o una tarjeta de un restaurante sito en la calle de Alcalá n°235 de Madrid, en la que se especifican los menús semanales de lunes a viernes a precios populares. Un lunes cualquiera: Consomé, ternera asada, natillas, agua o refresco y pan, 1.450 pesetas. También encontré un marcapáginas, pero profesional, de los que han sido fabricados para cumplir esta función. Es de la red de bibliotecas públicas municipales.
Se me aparecieron más recuerdos, pero como volví a dejarlos en su sitio para que se reaparezcan cuando ellos quieran, no les puedo dar más detalles a la hora de escribir este artículo, ya que al buscarlos deliberadamente, como les expliqué anteriormente, no siempre se dejan ver, a menudo no los encuentras, puede que como viven vinculados con el pasado tengan alguna cualidad de inmaterial, intemporal o extraordinario.
Ha querido el azar, "que haberlo haylo", que hace una semana encontrara el recuerdo de un momento de gran felicidad. Estaba escondido en un libro gordo de historia de Francia, en forma de papelito, con el que esperé mi turno para inscribir en el registro civil a mi hijo el pequeño unos días después de nacer. El chiquillo, por cierto, hace seis años la semana que viene.
El libro en cuestión no es muy viejo, es de junio de 2009, pero ya tiene edad suficiente como para no estropearme el título del poema, y su recuerdo le pone la guinda a la tarta de cumpleaños.
R.M.N. 06/11/2021
Los viejos libros guardan recuerdos escondidos
Olvidados en su interior o indicando un pasaje concreto,
entre relatos, ensayos, diálogos de teatro, historias
o palabras de diccionarios condenados al desuso,
se pueden encontrar vestigios de uno mismo,
fetiches de otro tiempo, recuerdos de una tarde,
de un amigo, de un romance o de un viaje.
Entradas de un concierto o de una tarde en el cine,
tickets de metro, tickets de la compra,
una vieja foto, un número de teléfono.
Acostumbrados los libros a descansar junto a los lechos
también se puede encontrar dormitando ellos
el prospecto de una caja de envoltorios del amor.
Una factura, un número de teléfono,
incluso la estampita de una beata ,
que no sabes qué hace ahí.
Una postal o uno de verdad y bien ilustrado,
recuerdo de alguna librería,
de una buena adquisición.
Testigos de lecturas inacabadas,
viajeros que saltan de obra en obra,
marcapáginas del tiempo y el recuerdo.
Anidan en viejos libros y en ellos se pasan décadas
y aparecen cuando quieres recordar alguna
estrofa, algún poema o las ideas de un autor.
A menudo y por sorpresa
los encuentras cayendo al suelo
cuando limpias el polvo de la biblioteca.
RMN Junio 2020
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