(...) Un día antes de Nochebuena, Román se acercó a la empresa de trabajo temporal que le contrataba para entregar el justificante de baja y el parte médico. Cuando salió de la agencia llevaba consigo una cesta de Navidad con turrones, embutidos, patés, dulces y alguna botella. Se fue a ver a Mary Kate y ella se alegró mucho de verle con todas esas cosas. —Oh, you’re gorgeus! ¡Eres rico my Romance! ¿De dónde has sacado eso? ¿Lo has robado?
—le dijo de forma efusiva.
—¿Cómo? No, yo robar no, me lo han dado en el trabajo —la corrigió Román.
—Pero si tú no trabajas porque eres rico —dijo la chica en un tono jovial.
—No, no es eso, no trabajo porque tengo el dedo roto, pero cuando esté bien volveré a trabajar —le dijo él.
—Déjame ver, déjame verte, ¡Oh, estás guapísimo hoy! ¿Qué has hecho con esas chicas de tu trabajo para que te dieran todo eso? Ya sé, estuviste con ellas haciendo esas cosas que tú haces cuando te desnudas y demás.
—¿Eh? No, no, nada de eso, solo les entregué mis justificantes médicos y bueno, aquí es tradición dar una cesta de Navidad a los empleados en reconocimiento a su trabajo—trataba de explicarle Román.
—¿Cesta? ¿Qué es cesta? —preguntó Mary desconcertada.
—Pues esto —le dijo él, señalando el cartón.
—¿Eso es cesta? Oh my god it’s incredible! ¿Y por qué a mí no me dan esto en mi trabajo? —protestó.
—Esa pregunta no te la puedo contestar yo, pero tal vez sea porque llevas poco tiempo —dijo Román.
—¿De veras? No, yo pienso que es porque no me quieren. ¿Y tú Romance? ¿Tú me quieres? Do you love me? Sus sarcasmos, sus ironías y burlas solían hacerle gracia al joven. Pasaron el resto de la jornada en locutorios, ninguno de los dos tenía ordenador equipado de internet, ella intentaba hablar por teléfono con su familia según le dijo al joven, toda esa parte de su vida estaba vedada para Román porque si ella le hablaba de su familia lo hacía en un inglés que le resultaba incomprensible. Alguna vez le hablaba de un sobrino y le imitaba para explicarle cómo era. No le era difícil imitar la voz de un niño pequeño ya que la suya era aguda y casi infantil excepto cuando se enfadaba, pero él no comprendía sus explicaciones. Estuvieron toda la mañana de Nochebuena en la habitación de la joven, se bebieron a morro una botella de sidra de la cesta, se daban de beber el uno al otro e hicieron el amor una y otra vez hasta que se durmieron sin apenas comer. Ya por la noche se reencontraron tarde y siguieron durmiendo. Ella no quiso ir a cenar con la familia de él, se avergonzaba y no quería más lazos o ataduras sociales, al fin y al cabo, se conocían desde hacía apenas dos meses.(...)
Al llegar la Nochevieja decidieron ir a casa del joven pero ella tenía nuevamente ese aire triste, le dijo que había conseguido hablar con su familia desde un locutorio, él no asistiría involuntariamente a la cena familiar con la suya, se hizo tarde. Compraron unas uvas, llegaron a la casa del joven y se relajaron. Román puso un poco de música y una voz negra femenina comenzó a cantar. "…he’s no hero out of books …"
Ella le miró seria y algo ardía verdaderamente en su interior, fue la primera vez, no podía permitirse enamorarse de él. Román, también en silencio, se dio cuenta. Ella vestía con ropa del joven, con su pelo corto peinado a raya a veces parecía un chico estudiante de lengua o literatura. Román comenzó a desvestirla; primero el abrigo, luego el jersey, una camisa azul, hasta llegar al sujetador, aquí sabía que debía detenerse, los zapatos de brogue, como decía ella, y los pantalones de pana gris, su pequeña braga y al desvestirse él también, comenzaron a acoplarse con vehemencia. Ella le mordía los labios, a veces le daba alguna bofetada o le agarraba fuerte de la nuca mientras él la retenía por su cintura e incrementaba el ritmo cada vez más rápido y más excitado. Al terminar, gimieron profundamente y después se quedaron en silencio, eran cerca de las doce y no habían cenado. Ella se vistió con su braga seguida del pantalón de pana gris, la camisa azul y el jersey, el abrigo e incluso los zapatos de brogue, seguía muy seria y parecía otra vez un estudiante de literatura o filología. Tenía un poco de maquillaje en la cara y rímel, los labios pintados de carmín rojo, le besó un par de veces sin hablarle, sentada sobre las piernas del joven, y él comprendió que a pesar de ser una fecha festiva ya no se moverían de allí esa noche. Él envió un mensaje a su familia para excusarse, ella se tumbó en la cama, vestida, incluso con el abrigo, se durmieron uno junto al otro antes de las doce y sin cenar. Las tradicionales uvas se quedaron intactas sobre la encimera.
Madrid's no romance, Editorial Círculo Rojo, 2021
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