Se define como falta de certidumbre, de certeza, falta de un conocimiento seguro y claro de algo, y se percibe como una sensación o como presentimiento que puede derivar en sentimientos como el miedo, la inquietud o el optimismo. La incertidumbre, a menudo subyace en nuestras decisiones entre cábalas, conjeturas y suposiciones, antes del “hacer o no hacer”.
A los gobiernos no les gusta excesivamente hablar de ella, y normalmente prefieren aportar previsiones del tipo “Los precios se estabilizarán en el segundo trimestre”, “se prevé una inflación moderada para 2022”, “el PIB aumentará un 3%”, “vamos a derogar esta ley”, cuando quieren asegurar a sus electores y ciudadanos. Sin embargo, cuando políticos o economistas prefieren no apostar por la osadía sino por la cautela, en esas previsiones de futuro predomina el subjuntivo, el condicional, la hipótesis, “en ese caso aumentaría”, “se prevé que se estabilice”, “esperamos que crezca un 2,5%”, “si alcanzáramos esa cifra, entonces…”, en lugar de utilizar el modo indicativo, el futuro o el futuro próximo, el “va a aumentar”, “se va a estabilizar”, “se crearán puestos de empleo”.
Existe una discusión sobre la relación entre incertidumbre y riesgo, este último dependería de la frecuencia de factores repetitivos en el tiempo, lo que permite su cálculo probabilístico en función de la ocurrencia. La incertidumbre, sin embargo, se podría considerar producida por lo inesperado, por eso hay quien prefiere hablar del cálculo del riesgo en la toma de decisiones en lugar de hacer referencia al nivel de incertidumbre, aunque otras opciones ponen en correlación ambos conceptos.
La incertidumbre se considera tanto desde la economía como desde la política e inevitablemente se estudia la interacción entre ambas y se mide e ilustra a través de indicadores dando lugar al término índice de incertidumbre. El cálculo de dicho índice se consigue mediante diferentes metodologías y técnicas como el VIX (CBOE Volatility Index), llamado “del miedo”, que correlaciona el aumento del índice SP&500 con el incremento de volatilidad del mercado, o el Índice de Incertidumbre Política Económica de Baker Bloom y Davis (2016), que arroja datos a través de la correlación de tríos de palabras, según su aparición en la prensa; miedo, déficit, incertidumbre, regulación… y se puede calcular de manera histórica o coyuntural según se tengan en cuenta unas fuentes u otras, unos medios de comunicación u otros.
La incertidumbre económica, por lo tanto, se da en un contexto de volatilidad de los indicadores económicos que impide la precisión en la predicción y se suele calcular tanto en el ámbito nacional como en el internacional. El EIU (Economist Intelligence Unit) utiliza un indicador trimestral de la incertidumbre mundial en torno a la economía y las políticas que abarca 143 países, elíndice de incertidumbre mundial.
Esta incertidumbre mundial puede producirse tanto por factores económicos, por ejemplo, el crecimiento de las economías de China, de la UE o de los Estados Unidos, como por factores diplomáticos vinculados inevitablemente a acuerdos comerciales, como el BREXIT, o a tensiones diplomáticas que tiendan o se hayan aproximado al conflicto bélico, como las producidas entre Rusia y Ucrania o entre las dos Coreas, o que deriven en él, como las guerras de Irak o Afganistán. Por supuesto, la pandemia del COVID19, incluso las elecciones presidenciales en Estados Unidos o las decisiones que se tomen en la COP 26 han tenido, tienen y tendrán incidencia en estos índices de incertidumbre. Todos estos motivos repercuten en el sistema económico mundial, así como en la política y el marco jurídico de la sociedad internacional, incluso a largo plazo.
El FMI estudia los efectos secundarios de la incertidumbre a través de la explotación de los estudios antes mencionados del EIU mediante un rastreo que pone en relación la palabra incertidumbre y sus variantes con su aparición en informes cerca de las palabras que incluyan a los países de importancia sistémica. Luego obtienen el cociente de la cantidad de veces que aparece dicha palabra en relación con el total de palabras de cada informe y establecen hipótesis que acaban por arrojar datos importantes a la hora de calcular el peso de los diferentes acontecimientos en la incertidumbre mundial.
Las consecuencias de la incertidumbre dependen del contexto en concreto, tenga éste una incidencia más pronunciada en política o economía, tanto macro, como microeconómicamente hablando, pero suele producir la reducción del gasto, el estancamiento en el crecimiento del empleo o el incremento del paro y la caída del PIB o la inversión. Algunos estudios también consideran la posibilidad del incremento de la actividad económica o que crezca la atractividad de algunos activos financieros (Cerda, Silva & Valente, 2018), lo cual también es lógico en un contexto que podría incitar a la especulación.
Según el FMI, la incertidumbre aumenta con elecciones políticas y tiene menos que ver con el PIB que con la volatilidad del mercado de acciones y riesgo.
Los trabajos de Hites Ahir, Nicholas Bloom y Davide Furceri muestran que la incertidumbre se sincroniza y además lo hace en mayor medida en los países avanzados, cuyas economías van juntas, aún más en la zona euro, por ejemplo, que en los países emergentes y de bajos ingresos. También influye en esta sincronización la existencia de lazos comerciales y financieros entre los países. Sin embargo, la incertidumbre es mayor en los países de bajo ingreso que en los que gozan de economías emergentes o avanzadas, datos que se completan con la variable política debido a la inestabilidad y a la fragilidad de las instituciones en estos países; crece cuando se producen períodos de transición como ocurrió en España en los primeros años tras la dictadura, y se agudiza por factores como las catástrofes naturales ante las cuales países como Haití, en el que se juntan varios factores, sufren muchas dificultades y dependen normalmente de la ayuda externa.
Los distintos índices y técnicas de medición de la incertidumbre se utilizan tanto para medir la actividad económica, o el impacto que tiene la propia incertidumbre en los países sobre resultados económicos claves, como para medir los efectos económicos de las políticas en un contexto de alta incertidumbre. Durante la primera ola de la pandemia del COVID 19, el nivel de incertidumbre alcanzó un récord histórico. En aquellas primeras semanas de la pandemia el centenario sociólogo Edgar Morin afirmaba en una entrevista del CNRS, institución de la que es director emérito de investigación, que “debemos comprender mejor la ciencia, vivir con la incertidumbre y rencontrar una nueva forma de humanismo”. Según Morin, la ciencia no aporta verdades absolutas y se desarrolla en la controversia. Mientras el miedo y escepticismo crecía entre la población mundial, Morin abogaba por aceptar la incertidumbre que nos es inexpugnable, en lugar de vivir de las certidumbres que nos inculca la civilización, a veces ilusorias o frívolas.
¿Nos depararán alguna sorpresa estos meses finales del 2021?, ¿superaremos en 2022 la crisis humanitaria que surgió debido al virus en 2019? Como dice Morin, quien no esperaba que esto sucediera, aunque era consciente de que el modelo de vida global es insostenible, de que la globalización produce desequilibrios y daña tanto como beneficia, “Espérate lo inesperado”.
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