Serio y con cierta gravedad oteó el horizonte de jóvenes e inquietos cerebros como quien observa el ocaso.
Pausado y ceremonioso, se dirigió a sus alumnos diciendo:
—Siento mucha lástima porque hayamos pasado este año juntos; lástima por ustedes, ya que no les interesa nada de los que les explico pero, por obligación, vienen a mis cursos; lástima por otros alumnos que posiblemente necesiten de mis enseñanzas y las recibirían gustosos; y en definitiva, lástima por mí, ya que soy consciente de que ustedes no entienden ni una sola palabra de lo que les estoy diciendo—.
Al terminar su intervención, el profesor de lengua extranjera, recibió una gran e insolente ovación antes de entornar humildemente la puerta del aula.
Microrrelato-R.M.N.
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