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El refugio de Picasso al estallar la Segunda Guerra Mundial.

rubenmartin73

Dernière mise à jour : 10 sept. 2022

El próximo 1 de septiembre se cumplirá el 83 aniversario del inicio de la Segunda Guerra Mundial, con la invasión de Polonia por parte de Alemania. Durante los primeros meses de la contienda, el pintor malagueño Pablo Picasso, aconsejado por André Breton, encontró refugio junto al océano Atlántico, en la ciudad de Royan, perteneciente al departamento francés de la Charente Maritime, Charente-Inférieure por aquel entonces, una estancia que se prolongó hasta agosto de 1940, año en que volvería a París. Este período es uno de los menos conocidos por el público y contiene algunos pasajes oscuros del genio.



Los trabajos del artista, los estudios de historiadores como Guy Binot, especialista en la ciudad de Royan, o de actores del arte, como Gérard Dufaud, así como las memorias del secretario personal de Picasso, Jaime Sabartés, que describe con detalle sus vivencias, y el testimonio y los recuerdos de Maya Ruiz-Picasso, hija del artista, dan fe de aquel año en que el pintor reside en esta pequeña pero destacada ciudad.


La guerra era inminente y Picasso tenía un miedo atroz a sufrir en París los bombardeos que él mismo había pintado en el “Guernica”, en 1937.

En aquel verano de 1939, su novia María Teresa Walter y su hija Maya estaban de vacaciones desde julio en la ciudad balneario de Royan, un lugar que podría ser un refugio ideal para el artista, su familia y sus allegados en caso de que se desatara una contienda.

Picasso parte de París el 1 de septiembre a medianoche en su gran Hispano-Suiza, conducido por su chófer Marcel, llevando consigo a su nueva novia Dora Maar, su galgo afgano Kasbek, su secretario y confidente Jaime Sabartés y la novia de éste. Llega a Saintes al amanecer, y al puerto de Royan el 2 de septiembre de 1939 a las siete de la mañana. El paisaje del océano bajo el sol le proporcionan un sentimiento de calma y seguridad.

Se instala con Dora Maar en el “Hotel du Tigre”, el edificio sigue en pie hoy en día, en la esquina de los bulevares Clémenceau (antiguo primer ministro de la república francesa conocido como “el Tigre”) y Alberto I. Además, alquila una habitación como taller en el chalé “Gerbier de Jonc”, aunque es bastante sombría por causa del follaje de los árboles frente a las ventanas. No muy lejos, en el bulevar Alberto I, en la esquina de la avenida de Bel Air, antiguamente bulevar des Abattoirs, hoy Franck-Lamy, viven su novia María Teresa Walter y su hija Maya, de cuatro años. El día 3 de septiembre se produce la declaración de guerra.

Algunos carteles le informan de que desde el 25 de agosto la ciudad de Royan está prohibida a los extranjeros, y el 7 de septiembre recibe una carta del comisario de policía local, ya que Picasso necesita un salvoconducto, por lo que debe volver a París para obtener las autorizaciones necesarias, que conseguirá fácilmente gracias a un amigo, director adjunto de la seguridad nacional.

Ya en Royan, Picasso, con 58 años y sin haber obtenido el divorcio de Olga Khokhlova, comparte su tiempo entre sus dos compañeras, la rubia de ojos azules, María Teresa y la morena, Dora, separadas e ignorándose la una a la otra, al menos al principio. Las dos terminarán por conocer la existencia de una rival, todavía más fácilmente en Royan, una pequeña ciudad donde Dora Maar, la musa de los surrealistas, frecuenta a la mujer de André Breton, Jaqueline Lambda, igualmente refugiada en Royan desde principios de 1940, que se parece a María Teresa Walter y tiene una hija de la misma edad, Aube. Son numerosas las personas que confunden a estas dos mujeres rubias. Se producen algunas fricciones que molestan a Sabartés, no así a Picasso, encantado de esta rivalidad femenina que atiza la situación.

Picasso apreció mucho esta anacrónica ciudad de playa hecha para las vacaciones, la efímera despreocupación y la felicidad. Su fabuloso decorado, donde el juego de luces se plasma sobre los hoteles en color pastel, le da la curiosa impresión de vivir en otro mundo lejos de la dura realidad de la guerra.

La "Belle Époque" había dejado frente al mar chalés rococó; estilos moderno, bizantino y medieval se reunían a la vez. El gótico y el normando, un poco vasco, se llevaban bien a la sombra de los pinos, pero el paseo a lo largo de la Gran Concha, donde los propietarios de los chalés están ausentes, tenía un aire de ciudad florida y muerta con enormes macizos de hortensias para sus propias obsequias. Durante sus paseos, bordea la estación de autobuses con su polvo y sus malezas que evocan una plaza de toros. En el bullicioso centro de la ciudad, admira los escaparates del mercado y una pequeña y sombría tienda de anticuario que llama “la exposición”, en una callecilla, cerca del mercado, donde compra asientos que le sirven de paletas, neceseres de costura para sus colores, botes para sus pinceles, y una bandeja de porcelana para el agua y la acuarela. También compra todos los lienzos que encuentra en Royan y todos los cuadernos de dibujo de la librería Hachette. En el hotel de las ventas, que es un cementerio de recuerdos domésticos, se procura un sofá que aparece en numerosas telas y un caballete tan pequeño que no lo puede utilizar. Se conforma con utilizar simplemente el respaldo de una silla, lo que le obliga a trabajar en cuclillas. No será hasta mediados de marzo, varios meses más tarde, que traerá de París un verdadero caballete. Cada mañana se establece un ritual, Picasso se pasea en sandalias por los paseos con su amigo Sabartés y escucha el comunicado militar en el altavoz de la radio del café Regente entre sorbos de agua de Evian.

El pintor rellena numerosos cuadernos de dibujos con croquis marcados por su inquietud frente a la situación que sigue de cerca, rellenará ocho cuadernos de dibujos, de entre los cuales, el más bello, que reúne folios, monocromos y estudios realizados desde mayo de 1940 hasta el final de su estancia, fue publicado como “Cahiers de dessins de Picasso”, en 1948, por éditions Cahiers d’art.

Pero Picasso tiene sus sentimientos entremezclados por la belleza de la ciudad, las noticias de la guerra y su situación amorosa, que no es fácil.

Posiblemente atormentado, representa en algunos de sus dibujos cabezas de cordero seccionadas y sin piel que compra para alimentar a su perro Kasbek, cabezas de muerto, caballos llevados al matadero, desnudos femeninos y, sobre todo, numerosas cabezas femeninas desfiguradas por el odio sentido bastante a menudo por su amante, Dora Maar, a quien parece ser que maltrataba. Para ella, la estancia en Royan será un infierno.

También pinta al aguazo "El basurero", que ve desde su ventana vaciando las basuras en su carreta.

Como retratista, en octubre del 39, pinta un curioso retrato de Sabartés con gorguera y sombrero de pluma del siglo XVI, una cara deformada para darle movimiento, con la nariz de un lado y las gafas del otro, conocido como “Sabartés à la fraise”. También pinta un retrato de su hija Maya y retratos de mujeres, tanto de María Teresa como de Dora Maar.

Desde los primeros días de 1940, Picasso alquila un taller ancho y muy luminoso encima de los árboles del bulevar Thiers, en el n°46, en la tercera planta del chalé Les voiliers, justo encima del puerto. Había observado este taller durante sus paseos, pero no se había atrevido a llamar a la puerta para informarse, sin embargo, es el primero que le ofrece una agencia cercana. Su propietaria, Andrea Rolland, explica su encuentro con el pintor que admiraba. Ella dudaba de alquilárselo a un extranjero, y al preocuparse, Picasso la responde con una larga sonrisa: “Usted es pintora así que mi nombre le sonará seguramente” y él anota su nombre frente a ella, encantada y admirativa. En aquella época la reputación de Picasso era a menudo la de un perfecto gandul más que la de un genio de la pintura. Según Madame Rolland, ninguna de sus amantes estaba autorizada a acceder, solamente venían de visita Sabartés y el galgo Kasbek. La visita de Kasbek no siempre se desarrollaba fácilmente ya que este noble y sorprendente perro afgano con su cabeza de galgo, su cuerpo de podenco y sus inmensas orejas caídas disgustaban intensamente a Médor, el bravo pastor landés de Andrea Rolland, quien le atacaba cada vez.

Picasso no consigue adaptarse fácilmente a la luz brillante que reina en su taller y a la belleza de la vista. Según Sabartés, contempla el atardecer sobre los palacios y los hoteles de la gran Concha, las idas y venidas del transbordador, el faro, sin embargo, todo esto no le inspira ya que no es un paisajista, además, pinta muy poco y continúa a rellenar sus cuadernos de dibujos.

En la primavera de 1940 regresa a París, y el 3 de abril solicita su naturalización para regularizar su situación en un país cada vez más ocupado por la Alemania nazi que le consideraba un degenerado desde la exposición de Múnich de 1937, exposición propagandística contra el arte moderno que precisamente llevaba ese título “Arte degenerado”, Entartete Kunst, en alemán.

La solicitud será rechazada el 25 de mayo a pesar de sus amistades y de ser apoyado, incluso, por un senador, debido a un primer dosier de la policía que data de 1901. Picasso no recibirá respuesta.

Durante su estancia en París declara, según sus propios términos “fastidiarse lejos de Royan”, y es entonces que pinta “Les soles” (“los lenguados”), “Les anguilles de mer” (“las anguilas de mar”) y “L’araignéede mer” (“el centollo”), inspirados por la nostalgia del mercado de Royan.

De vuelta, el 17 de mayo de 1940, Picasso asiste a la llegada de la muchedumbre del éxodo y la debacle, cada vez está más inquieto y pinta para distraerse. Se pregunta entonces durante una larga conversación con Sabartés ¿Qué es el arte? Se pregunta sobre la belleza y encuentra esta palabra vacía de sentido, además admira a una mujer vieja, sucia y andrajosa, vista a menudo en la avenida des Tilleuls.

Tras la llegada de las tropas alemanas de la 44 división de la Wehmacht, que ve desfilar desde su taller el domingo 23 de junio de 1940, tras el armisticio del 22 de junio, y quedando Royan al noroeste de la línea de demarcación, es decir, en zona ocupada, Pablo Picasso soporta mal su presencia, en particular la de los oficiales que ocupan el hotel de París, justo al lado del de les Voiliers.

Poco después pinta, tras haber hecho numerosos dibujos, “Femme nue se peignant” (“Mujer desnuda peinándose”), una obra mayor y uno de los lienzos capitales de este período que representa una mujer, con pies enormes y la cabeza desestructurada de Dora Maar; de hecho, se trataría de una bañista sentada a orillas del mar, inscrita en un tipo de célula oscura. La obra se encuentra actualmente en el Museo de Arte Moderno de Nueva York.



El 15 de agosto de 1940 pinta el famoso cuadro de Royan Café à Royan”, inspirándose en el Café des Bains, uno de sus raros paisajes que es la vista desde su taller de les Voiliers, interpretado en su geometría cubista, obra que se expone actualmente en el Museo Picasso de París. Este paisaje, según Guy Binot, marca una jornada histórica en Royan; la representación del café, en el que podemos observar las ventanas pasadas al azul para ocultar las luces durante la noche, siguiendo las instrucciones de la defensa pasiva, pero también el puerto con sus faros, el square Botton y la playa, y sobre todo, los paseos desiertos sin el menor paseante en pleno mes de agosto, ya que se trata de una jornada siniestra en la ciudad en que la gente no se atreve a salir de su casa después de que un centinela alemán hubiera sido asesinado la noche anterior en el Golfe-Hôtel, y miembros del consejo municipal habían sido detenidos.

Esa misma tarde, una bala lanzada por un avión penetra en el apartamento situado bajo el taller de Picasso, este asunto atrae la atención de la policía y los ocupantes por la condición de extranjero del pintor, ya a tiro de la desconfianza de los ediles xenófobos del ayuntamiento, poco admirativos del artista.

Su carácter inquieto y supersticioso le lleva a aterrorizarse cuando un oficial alemán le interpela en la calle para preguntarle simple y amablemente cuál es la raza de su perro, de manera que, al día siguiente, el 24 de agosto de 1940, deja finalmente Royan para volverse a París. Picasso añorará su taller largo tiempo hasta rescindir finalmente el contrato de alquiler en 1942 y no podrá volver a verlo nunca más ya que será completamente arrasado durante el bombardeo del 5 de enero de 1945. La ciudad de Royan, una de las últimas en ser liberadas de los alemanes, sufrirá las devastadoras consecuencias de 2000 toneladas de bombas lanzadas sobre ella, incluida la experimentación en abril de 1945 de bombas de napalm, y quedará destruida en un 85%.

Picasso volverá a París, al taller del n°7 des Grands Augustins de donde había partido un año antes.

De este período, entre principios de septiembre de 1939 y finales de agosto 1940, se cuentan más de 750 creaciones que están distribuidas por el mundo, entre croquis, dibujos, tintas, óleos, aguazos…

El museo de la ciudad de Royan le dedicó una exposición en 2014 a este año de la vida de Picasso; 82 facsímiles fueron realizados a tamaño original para la ocasión por especialistas aconsejados por el Museo Picasso de Barcelona. La colaboración de Maya Picasso fue fundamental, así como el estudio del libro de Jaime Sabartés, “Picasso, retratos y recuerdos”. Actualmente, una colección se expone de forma permanente.

El libro “Picasso, un refugiado en Royan”, Comédiart, 2012, escrito por Gérard Dufaud, contiene 70 fotografías y reproducciones, en color o en blanco y negro de obras del artista, que ilustran este año de Picasso en la ciudad balneario. Su publicación contó igualmente con el apoyo de Maya Picasso.


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