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El pensamiento político de Octavio Paz.

rubenmartin73

Dernière mise à jour : 11 févr. 2022

Un poeta que se preguntaba por el sentido de la historia universal


Resulta pertinente dedicar un artículo a Octavio Paz, sin la pretensión de realizar un estudio biográfico exhaustivo ni un análisis profundo de su obra, sino simplemente describir de forma sucinta el pensamiento político de esta longeva figura de profusa obra literaria a la que rendimos homenaje desde El Mono Gramático y cuyo pensamiento sigue siendo un referente internacional en el siglo XXI.

No se trata, repito, de hacer una biografía del escritor mejicano pero inevitablemente debemos de conocer sus orígenes y algunos acontecimientos que marcaron su vida para comprenderle, así que comenzaremos por decir que Octavio Paz nació en México en 1914 y fue nieto de liberal e hijo de zapatista. De su abuelo heredó su vena escritora aunque su influencia política también fue notable, y de su padre los principios libertarios del zapatismo aunque como veremos, Paz no siempre se mostró partidario de las revoluciones. Sus primeras influencias ideológicas nacen de esta génesis entre dos corrientes del antes y después del porfirismo ya que su abuelo, antes de la guerra civil fue partidario de Juárez, opuesto a los latifundistas y al clero, aunque luego fue porfirista, diputado y director del periódico La patria, y su padre, quien estudió jurisprudencia, trabajó en difundir la revolución de Zapata. Paz, no obstante, no consideraba a Porfirio Díaz conservador sino heredero del liberalismo de Juárez, aunque este general mestizo fue jefe de una coalición que instauró un régimen dictatorial al que puso fin la revolución de 1910 tras más de tres décadas.

Es necesario, por lo tanto, conocer los orígenes de Paz y el contexto político, no solamente de México sino del mundo que se embarcó en la Primera Guerra mundial en 1914, tras la belle époque, y en el que posteriormente vio la luz la revolución rusa y germinaron los totalitarismos. Durante este período de juventud, Octavio Paz encuentra como fiel aliada la biblioteca de su casa familiar y sus primeras lecturas son los enciclopedistas, los ilustrados del siglo XVIII francés y los liberales mexicanos.

Son unos años que marcan a Octavio Paz políticamente ya que comprende el vínculo entre la literatura y la política y el compromiso de los intelectuales con esta última.

En sus años universitarios inicia su carrera literaria fundando revistas y escribiendo poemas, y en 1937 participa en el II Congreso internacional de escritores para la defensa de la cultura apoyando al bando republicano español durante la guerra civil, mediante la publicación de artículos, o del poemario Bajo tu clara sombra y otros poemas sobre España. Esta experiencia también será recordada posteriormente en su poemario Piedra de sol de 1957. Igualmente manifestó su compromiso con la causa republicana al dar conferencias o dictarlas de forma radiofónica.

Estos años de militancia no perdurarán tras la firma del “pacto de no agresión” germano-soviético de 1939 y a raíz del asesinato de Trotsky en 1940. No obstante, durante su estancia en París, seguirá ayudando a los republicanos en el exilio desde su puesto de diplomático. En esos años también frecuenta a los surrealistas hasta que vuelve a México con 39 años. Luego regresará a París durante tres años tras divorciarse de la escritora Elena Garro con quien se había casado veinte años antes y había tenido una hija.

Todas estas experiencias vitales que Octavio Paz concilia con su actividad literaria tendrán como consecuencia que su pensamiento político, aunque no renuncie a sus principios, evolucione, incluso que se puedan identificar distintas etapas en su vida.

Tras desencantarse con el comunismo, al que se había mostrado afín, consecuencia de la crisis del capitalismo de su niñez, del crack del 29 de su adolescencia, y ante el surgimiento del fascismo en su juventud, Paz desarrolla su pensamiento contra los totalitarismos y adopta paulatinamente su relación con la política como la de escritor, papel con el que él se sentía más identificado, desde una posición crítica e independiente, contraria a la que le exigía el partido comunista, como escritor o intelectual militante.

Su relación como escritor se establece con la política y no con el poder, lo que le posicionará en un modelo aristotélico (El filósofo-consejero y crítico), preocupado por una política de servicio público, por los valores humanos y sociales, modelo diferente al modelo platónico (El filósofo-rey y dirigente) que implica un papel del intelectual o escritor como político activo y militante. En 1949, escribe Libertad bajo palabra.

Cuando escribe El laberinto de la soledad en 1950, esta obra, que será posteriormente reeditada con mayor éxito, responde a una necesidad concreta, y él la denomina como una confesión mediante la cual describe la esencia de México, para posteriormente identificarse a sí mismo al observarla como espectador, pero décadas más tarde, en un ejercicio de autocrítica, Octavio Paz reconoce que ya no sigue pensando, en parte, lo mismo que en los años 50.

Es en 1951 que Paz realiza su primera estancia en la India, donde será embajador entre 1962 y 1968. Se trata sin duda de otra experiencia vital reveladora, donde además conocerá a quien será su pareja definitiva, Marie José Paz, que inspirará y transformará su creación artística, especialmente la poética.

Este período en el que conocerá la cultura hindú, aunque siempre desde su punto de vista occidental, terminará de forma abrupta, así como su carrera de diplomático tras 24 años, de entre los cuales 6 fueron como embajador de México en la India, al presentar su dimisión, en un acto nuevamente de integridad moral y política. El desencadenante de su decisión fue la matanza que se produjo en la plaza de las Tres Culturas de Tlatelolco, diez días antes de la inauguración de los Juegos Olímpicos de México de 1968, cuando el ejército disparó contra miles de jóvenes manifestantes estudiantiles, movimiento que se enmarcaba en un contexto de creciente tensión social de disconformidad con el PRI.

Tras una estancia en Barcelona donde dará cursos y conferencias, se instala definitivamente en Méjico. En las últimas décadas de su vida, su obra poética y ensayística fue muy rica. Mediante sus ensayos y artículos abordó los temas políticos de forma creciente, y además dirigió dos revistas: Plural (crítica y literatura) y Vuelta entre 1976-1998, llamada igual que el último libro de poesía que había publicado hasta entonces.

Su intervención en el debate político y cultural fue muy activa y se convirtió en una de las personalidades más controvertidas y de mayor prestigio de la cultura contemporánea. También se dedicó a la crítica de arte.

En El ogro filantrópico (1979), selección de artículos y ensayos, se refleja la evolución de su pensamiento, no solamente político. En esta obra critica el sistema político mejicano tras analizar su fisionomía prolongando temas ya tratados en El laberinto de la soledad o Posdata, describiendo e interpretando el pasado plural de Méjico, y desarrollando ideas que tendrán relevancia internacional como las crisis de los sistemas socialistas, el crecimiento inmoderado y monstruoso del estado o su papel en la economía.

Paz escribió sobre política en otras obras como Tiempo nublado (1983), Pequeña crónica de grandes días (1990), Pasión crítica (1990) e Itinerario (1994), y lo hacía por obligación moral y no por competencia profesional ya que no era militante. Esta actitud que tenía algo del pensamiento de Ortega y Gasset a quien también estudió detenidamente, así como la evolución de su pensamiento político y su posicionamiento ante acontecimientos históricos, le valieron la amistad o enemistad de sus coetáneos a lo largo de su vida. De joven fue amigo y admirador de Neruda, pero entre ellos surgieron acaloradas discrepancias ideológicas. Años más tarde, ante la revolución cubana, Paz se sintió escéptico y no manifestó el apoyo incondicional de Cortázar o el de García Márquez, por ejemplo. Las divergencias o diferencias de pensamiento, la rivalidad, a veces literaria, establecía en ocasiones distancias entre escritores que podían ser irreconciliables, aunque hubieran sentido afinidad y amistad.

Pese a que Paz fue crítico con el papel de la izquierda en el continente americano, condenó el golpe de estado de Pinochet y las dictaduras de las que nunca fue partidario. Ante el sandinismo nicaragüense fue igualmente crítico, pese a que la revolución fuera legítima. El 7 de octubre del 84 recibe el premio de la Paz de los libreros alemanes en Frankfort y en su discurso pide elecciones libres en Nicaragua, discurso por el cual, en México le acusaron de apoyar la política de Ronald Reagan y radicales de izquierda quemaron el 11 de octubre una efigie de Octavio Paz ante la embajada de Estados Unidos con motivo de la visita de su secretario de estado. Igualmente fue muy criticado en la prensa e incluso en las universidades. Poco después de este acontecimiento rompe con Carlos Fuentes ya que existía entre ellos una separación política.

Paz se oponía a la idea de Sartre del intelectual de partido, no tenía esa misma idea de intelectual comprometido de ideología programática, creía en el intelectual independiente, libre, y en interrogar la realidad desde esa perspectiva. Su óptica era personal. Crítico del totalitarismo del gulag, del socialismo totalitario, fue cercano a la izquierda, defendió la causa republicana, pero no dudó en alejarse y posicionarse en contra del comunismo si lo consideró necesario.

En 1984, con motivo de su setenta aniversario, se realizaron varios homenajes y emisiones televisivas en Televisa (Paz también fue en ocasiones criticado como el intelectual de Televisa, la televisión considerada oficialista del PRI) durante unas conversaciones que se realizaron entre Héctor Tajonar (director general de la emisión), Enrique Krauze, quien fuera subdirector de Vuelta, y el propio Octavio Paz, este último se autodefine “desde un punto de vista biográfico como un liberal por fatalidad familiar, por origen histórico, nacido como todos los liberales en el mundo moderno, que desde jóvenes han sentido nostalgia por el orden”. Paz se refiere a un orden que armonice creencias, ideas, pensamientos y actos, pero desafortunadamente, según él, ese orden a veces ha sido injusto, origen del despotismo, de la tiranía o de la ortodoxia y la inquisición. Explica de esta manera su posición ambigua o ambivalente ante el liberalismo y la Nueva España. Esa misma nostalgia por el orden, explica Octavio Paz, justifica que en los años 30 del siglo XX algunos intelectuales abrazaran el fascismo y otros el comunismo que representaban ese anhelado orden, o anteriormente, ante las limitaciones del liberalismo, en Méjico concretamente, da lugar al porfirismo debido a lo que él denomina el triunfo del “principio de realidad”, sin embargo Paz explica que en estos sistemas no se produce la armonía entre creencias, ideas, pensamientos y actos, sino todo lo contrario.

Un mes antes de recibir el premio nobel (1990) organizó un coloquio sobre la libertad en el siglo XX patrocinado por Televisa, cuando el PRI llevaba 61 años en el poder, y en una intervención, Vargas Llosa tildó al régimen mejicano de “dictadura perfecta”, pero Paz, en desacuerdo, le corrigió alegando que en Méjico no había dictadura sino un sistema hegemónico de dominación; “hemos padecido la dominación hegemónica de un partido, no una dictadura militar”, dijo Paz. Según Vargas Llosa, Paz pensaba que el PRI se democratizaría y a su vez se democratizaría Méjico pero el escritor peruano continúa pensando que Octavio Paz se equivocó.

El pensamiento político de Octavio Paz sigue siendo fundamental a la hora de analizar la actualidad política y la historia. Es inevitable observar lo que pasa en Nicaragua donde todavía hacen falta unas elecciones democráticas libres, o en Cuba, donde incluso personalidades muy queridas por el pueblo fiel al régimen, que también fueron parte de la revolución, como Silvio Rodríguez, consideran necesarios cambios estructurales.

Puede que Octavio Paz se asombrara al ver el desarrollo de China tras haber visto caer el telón de acero, pero bien es cierto que la expansión mundial de la industria china ha sido posible gracias a la economía de mercado y que su omnipresente estatalización tiene algo de monstruoso.

Si Octavio Paz se discutió con Neruda, se divorció ideológicamente de García Márquez, decepcionó a Alberti o tuvo divergencias o afinidades ideológicas con Vargas Llosa tiene poca importancia, desde mi punto de vista, para rendir homenaje al escritor mejicano, patrimonio de nuestra cultura iberoamericana y de la cultura universal. Yo no pienso renunciar a ninguno de ellos aunque pueda tener mis preferencias, como no me veo obligado a elegir entre Sartre o Camus y considero necesario comprender a Marx, quien no se consideraba marxista, en su tiempo y lugar.

Octavio Paz no amaba los totalitarismos, rechazaba las dictaduras incluso las derivadas de algunas revoluciones necesarias y fue defensor de la libertad y un admirable pensador. Por todos estos motivos su homenaje está más que justificado.

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