Ciencia Política
“ 1. Con especial beneplácito nos hemos congregado, por primera vez en la historia, para examinar en forma conjunta los grandes retos que confrontan nuestros países en un mundo de trasformación. Nos proponemos, por ello, concertar la voluntad política de nuestros gobiernos para propiciar las soluciones que esos desafíos reclaman y convertir el conjunto de afinidades históricas y culturales que nos enlazan en un instrumento de unidad y desarrollo basado en el diálogo, la cooperación y la solidaridad.”
Primera Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado y Gobierno, Declaración de Guadalajara, México, 19 de julio de 1991.
“No vengan, no vengan”, “habrá consecuencias, aplicaremos la ley”, fueron las palabras que Kamala Harris, vicepresidenta del gobierno de Joe Biden, dirigió a los migrantes procedentes de Honduras y otros países de origen, durante la breve visita que realizó hace un mes a Guatemala, y tras las nuevas oleadas de migrantes que han emprendido dirección a los Estados Unidos durante los primeros meses del año, consecuencia de las expectativas suscitadas por la llegada del nuevo Presidente a la Casa Blanca.
El motivo de este viaje que continuó en El Paso (México), era concentrar sus esfuerzos en la lucha contra la corrupción y en las diferentes causas que provocan las marchas migratorias desde Centroamérica, siguiendo la política de diplomacia de Joe Biden, que aspira a recuperar el liderazgo internacional para su país.
Lo cierto, y a pesar de las buenas intenciones de la vicepresidenta estadounidense encargada de las crisis migratorias, quien ha visto descender su popularidad desde su nombramiento, es que en algunos puntos del continente americano se vive actualmente una profunda crisis, agravada por la pandemia y otros motivos. Algunos retos como garantizar estados democráticos, así como los derechos y libertades individuales, luchar contra el narcotráfico o contra la corrupción, ya pretendían afrontarse hace 30 años en las conclusiones recogidas tras la declaración conjunta de los 21 países de América Latina y Europa de lengua española y portuguesa que participaron en la primera Cumbre Iberoamericana, constituyendo la Conferencia de Jefes de Estado en Guadalajara, México, en julio de 1991.
Desde un punto de vista político, son numerosos los obstáculos para la democracia en el continente americano, que se muestra muy limitada en algunos países; se pueden analizar varios ejemplos de actualidad.
Si tomamos como primer ejemplo las recientes elecciones en Perú, la candidata Keiko Fujimori, ha insistido en cuestionar la legalidad de los resultados del escrutinio alegando fraude. En contrapartida, y durante este mes trascurrido desde los comicios, otros oscuros episodios han aflorado, como el de los audios de Vladimiro Montesinos, antiguo número dos de Alberto Fujimori, desde una prisión de máxima seguridad donde cumple condena. El que fuera asesor gubernamental le explica a un coronel retirado cómo sobornar a los jueces del tribunal electoral para evitar la victoria de Pedro Castillo y declararla nula. Por otra parte, sobre la hija de Alberto Fujimori, quien fuera Presidente entre 1992 y 2000, existe una acusación por lavado de activos y organización criminal. Todo apunta a que el relevo generacional, arrastra el mismo lastre que derrocó al autoritario fujimorismo hace dos décadas y que supone un hándicap para la democracia del Perú.
Si observamos Nicaragua, se sufren días de auténtica represión política, cara a las próximas elecciones presidenciales del mes de noviembre. Desde principios del mes de junio se han producido numerosas detenciones de aspirantes a la presidencia, comenzando por Cristiana Chamorro, hija de la expresidenta Violeta Chamorro, así como de periodistas, banqueros, personas vinculadas a los movimientos civiles o figuras del histórico sandinismo. El miedo se ha apoderado de la sociedad nicaragüense.
En sistemas políticos inestables con instituciones democráticas frágiles o gobiernos autoritarios y represivos como el de Ortega, los derechos y libertades de la población se ejercen con dificultad y el estado de excepción es predominante a pesar de las apariencias formales.
Pero el miedo no solamente lo causan algunos gobiernos, otros problemas crónicos como el terrorismo de las bandas armadas, provocan víctimas regularmente, estableciendo el control de municipios, como en México, por parte de narcotraficantes, u obligan a sus ciudadanos a desplazarse en éxodos motivados por la violencia como en Colombia, país en el que se han vivido más de seis décadas de guerra interna, y a pesar de la firma del histórico acuerdo de paz de 2016 o del desarme de las FARC en 2017.
Desde otro punto de vista, la separación de poderes es una aspiración casi utópica y los casos de corrupción son transnacionales.
Hace apenas unos meses, se anunció el fin por descrédito del caso “Lava Jato”, operación anticorrupción lanzada en marzo de 2014 por el magistrado brasileño Sergio Moro, quien posteriormente fuera ministro de justicia de Jair Bolsonaro, y en la cual se implicaba a la gigante petrolera semiestatal Petrobras, así como a un considerable número de responsables políticos de diferentes partidos, no solamente de la república de Brasil, aunque el foco se puso sobre Lula da Silva que terminó en prisión, sino de otros países como Perú, que acumuló una larga lista de investigados. Este caso también destapó el gigantesco caso Odebrecht, macro constructora brasileña investigada igualmente por corrupción, a raíz del cual su dirigente acabó en prisión y que afectó a un gran número de políticos, funcionarios y empresarios. Sobornos, privatizaciones, contratos a cambio de sobresueldos, blanqueo de dinero, son el cotidiano proceder detectado en ambos casos.
En las próximas elecciones generales de Brasil que tendrán lugar en 2022, volveremos a encontrar como protagonistas, probablemente, tanto a Lula como a Bolsonaro. Para las próximas elecciones presidenciales de Colombia, también en 2022, ya ha anunciado Álvaro Uribe, que su actual posición ante la justicia, le obliga a mantenerse al margen.
En Chile, sin embargo, la Convención Constitucional se enfrenta al reto de refundar sus instituciones y crear una nueva Constitución que aspira a ser la más democrática de su historia, pero lamentablemente ha tenido que tomarse esta decisión tras el gran estallido social que se produjo en 2019.
En este contexto, tenemos a una parte de la población americana más indefensa de algunos países; entre la pandemia, la violencia, la corrupción y la pobreza. Los que huyen recorren a pie miles de kilómetros y a veces son víctimas de coyotes (guías que les acompañan a los Estados Unidos), de ladrones o de la propia policía que no duda en aporrear o utilizar gases lacrimógenos.
Otros que intentan marcharse a Europa han visto que la pandemia ha complicado mucho su acogida, situación que también han vivido los que optaron por un país vecino y han tenido que regresar.
Caravana de migrantes se dirige a Estados Unidos, 2021.
En mi opinión, en las Cumbres Iberoamericanas se debería de procurar un cumplimiento más consecuente de los principios que las rigen por parte de todos sus componentes, a pesar de que cada pueblo tenga derecho a construir libremente su sistema político e instituciones.
Por otra parte, y atendiendo a razones históricas, sería deseable un análisis más profundo a ambos lados del Océano Atlántico ante problemas tan complejos para evitar el empleo de fórmulas fáciles y expresiones como “repúblicas bananeras”[1], o “bolivarianos” de forma peyorativa y generalizada, como si todos los problemas de América se debieran a las mal llamadas “repúblicas bananeras” y a los “bolivarianos”, si se quiere recuperar el diálogo y la normalización de las relaciones de algunos estados con la sociedad internacional, ya que estas expresiones le hacen un flaco favor a la diplomacia, inducen al error y perpetúan la estigmatización.
En primer lugar, porque a la colonización en América, o a la explotación de países europeos, les siguieron la deuda externa y otro tipo de colonialismo como el ejercido por las compañías multinacionales, algunas dedicadas al mercado de la fruta, a menudo estadounidenses, a su vez cómplices de las dictaduras instauradas, pero no parece justo culpabilizar a los estados ni a sus pueblos, víctimas de su propia historia.
Además, no se nos debe de olvidar que las bananas, cuyos principales exportadores o productores, con permiso de Ecuador, se encuentran igualmente en otros continentes, no son el único recurso interesante de América. Se puede recordar a Cristina Fernández de Kirchner nacionalizando el petróleo argentino, petróleo que también va de unas manos a otras en Venezuela desde que se descubriera allá por el año 1917 en el golfo de Maracaibo.
En segundo lugar, porque la figura de Simón Bolívar es reivindicada tanto por los partidarios de la república que instaurara Chávez al aprobarse la constitución de 1999, como por la oposición al chavismo, actualmente contra el régimen de Nicolás Maduro, y es un símbolo de libertad en toda Hispanoamérica. Esperemos que la apuesta de la Unión Europea y los Estados Unidos por unas elecciones libres y justas en este país, como las que evocara el propio Bolívar en el Congreso de Angostura de 1819, y el apoyo para recuperar América latina y Caribe produzca frutos, aunque la situación es muy delicada ; en Haití, sin ir más lejos, se ha producido recientemente el asesinato de su Presidente Jovenel Moïse que ha causado una fuerte conmoción y en Cuba se están produciendo movilizaciones contra el régimen en un clima de tensión.
Igualmente fructíferas esperemos que sean las Cumbres Iberoamericanas de los 22 países que las componen actualmente. Este año se celebró en Andorra la edición que debería haberse celebrado en 2020, aplazada por la pandemia del COVID 19, en la que participaron 18 mandatarios con el objetivo de establecer medidas sanitarias, económicas, sociales y ambientales para recuperar Iberoamérica. La próxima Cumbre XXVIII, por cierto, se celebrará en la República Dominicana en 2022; “Juntos hacia una Iberoamérica justa y sostenible” es su lema, aunque ante tal panorama, no se conseguirá la recuperación fácilmente ni de forma homogénea, y hará falta algo más que buenas intenciones para conseguir la democracia, el respeto de los derechos humanos y las libertades como se propuso en la I Cumbre de 1991.
El plano político es un terreno espinoso y una asignatura pendiente para las Cumbres Iberoamericanas y las Conferencias de los Jefes de Estado en cuanto al respeto de los valores y principios orientadores.
Es muy llamativo que durante la última Cumbre de Andorra haya sido aprobado que Hungría sea observador Asociado, un Estado europeo sin demasiadas afinidades lingüísticas o culturales con Iberoamérica y con un 19,06% de representación de la extrema derecha en la Asamblea Nacional, en la cual con sus 26 escaños, suma 159 con los 133 del gobierno nacionalista del Primer Ministro Viktor Orban, sobre 199 que la componen; esperemos, no obstante, que puedan realizar aportaciones significativas a la región y que no se junten el “hambre con las ganas de comer”.
[1] Término “Banana Republic” acuñado por el escritor norteamericano “O. Henry” (William Sydner Porter) en 1901 en su libro “Cabagges and Kings”, al describir a un país imaginario, “Anchuria” refiriéndose a Honduras.
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