LERELE 01/03/2020
"No es pobre el que tiene poco sino el que mucho desea"
Séneca
Andalucía 40 años, una nacionalidad de la que nadie duda y sin embargo cómo son diversas las fuentes de su identidad: íberos, fenicios, cartagineses, romanos, bizantinos, andalusíes y castellanos; pueblos, culturas diversas y una herencia de origen antiguo. Durante mis años jóvenes visité Andalucía con frecuencia y es una tierra a la que me gustaría volver. En mi retina queda su color especial, no solo lo tiene Sevilla, en mi alma sus aromas y sus gentes con sus seseos y sus ceceos, su música. En mi memoria guardo muchos momentos, principalmente aventuras de juventud, la primera vez que fui era un niño, a finales de un mes de febrero y ya hacía calor, tras visitar por primera vez la Plaza de España el parque de María Luisa nos proporcionó sombra e intimidad a aquel grupo de adolescentes de colegio que ya tenían ganas de esconderse de gustarse y darse besos.
Siempre o casi siempre que he ido a Andalucía he vuelto con el sentimiento agridulce de los enamorados cuando se separan por obligación y cierto es que yo he estado muy enamorado de Andalucía y aunque la veo desde lejos con su viejos y nuevos problemas sus logros y sus miserias sigo teniendo la sensación de aquel antiguo amor que no se apaga totalmente porque nunca terminó mal; por supuesto he tenido muchos otros amores pero de los mejores siempre se guardan buenos recuerdos ; La puesta de sol en la playa de Islantilla, la noche en las Cuevas de Sacromonte y las jóvenes de la Asociación Cúrcuma bailando “La vida sale” , la Plaza del Triunfo y los estudiantes, el taller de artista en el que pernocté en Córdoba, la Plaza de la Corredera, el Cristo de los Faroles solo y de noche, el Guadalquivir, la gitana que me quería leer la mano a la puerta de la Mezquita, Triana, aquel viaje entre Puerto Real y Zahara de los Atunes, una mañana de verano en una Renault express y el buen humor, el aroma del polen, la arena de la playa, Pablo Carbonell irreverente cantando “Que se levante el viento de levante” en un chiringuito, la Dama de Noche, las Palmeras, los andaluces y las andaluzas que tan bien me acogieron sin pedir nada a cambio, aquel sociólogo llamado Nacho que vivía en Sevilla junto a su hermana y mi amigo Manuel, sus hermanos o casi tanto; Sancho y Fede, su hermana Rosa, su madre. El puerto de Cádiz y el vértigo que daba pasar Despeñaperros, encontrarme con Vicente Amigo en una gasolinera o con aquella chica de Madrid que tanto me gustaba, paseando por Conil, de la mano de su novio, el salmorejo, los caracoles, la manzanilla, el moscatel, el fino, el mollete de Antequera y aquel camping con mosquitos de Chiclana y un buen amigo para sacarme de allí, los patios andaluces, La Medina Azahara y mucha Andalucía que me quedó por conocer ; le agradezco de corazón tantas cosas que me enseñó y tantos momentos inolvidables.
RMN
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